El inicio de julio nos deja otras dos pruebas inexorables de la situación de emergencia climática en la que vivimos: la ola de calor en Canadá y el incremento de incendios forestales en nuestro propio país.

En el primer caso, el suroeste de Canadá y el noroeste de Estados Unidos, han sufrido una “excepcional y peligrosa” ola de calor, según la propia Organización Meteorológica Mundial. Las temperaturas han llegado casi a los 50 grados en Canadá y en algunos casos no han bajado de los 20 grados por las noches en zonas nada habituadas a un calor tan intenso. Además, esta ola de calor ha causado la muerte de al menos 500 personas, y se han desencadenado decenas de incendios e inundaciones. La única buena noticia, en cierta manera, es que esta ola derrota claramente el escepticismo climático de algunos.

Por otro lado, en España el incremento del peligro de incendios forestales es evidente cada año en esta época, y no solo en verano, como ya estamos comprobando. La subida de las temperaturas, las sequías prolongadas y las olas de calor son fenómenos producidos por el cambio climático que provocan el aumento de incendios. Incluso, tenemos el riesgo de que se produzcan escenarios como el de Portugal de junio de 2017, con 64 personas fallecidas (4 en Galicia) y 250.000 hectáreas arrasadas en una sola tarde.  La emergencia climática obliga a extender las medidas preventivas, mantener activos los protocolos de extinción y, por supuesto, mejorar la gestión forestal acabando con la precariedad y temporalidad laboral en este sector, una lucha que no admite recortes.

Estos fenómenos son una consecuencia directa de ya mencionada crisis climática. Desde UGT, lo tenemos muy claro y lo hemos venido denunciando desde siempre, por eso apostamos por medidas contundentes y urgentes contra el calentamiento global que permitan una transición ecológica justa.