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La urgencia de reducir el tiempo de trabajo: La ciudadanía exige un cambio.

Una de las señas de identidad del movimiento obrero ha sido, desde sus orígenes, la defensa del derecho de las personas trabajadoras a disponer de tiempo. La limitación de jornadas laborales extenuantes y el derecho al descanso forman parte ya de las conquistas de las organizaciones sindicales. En la actualidad, la necesidad de reducir el tiempo de trabajo se ha convertido en un tema central, no solo como respuesta a las demandas sociales, sino como una estrategia crucial para mejorar la productividad, el bienestar de quienes trabajan y la competitividad de las empresas. Diversos estudios y experiencias internacionales han demostrado que una jornada laboral más corta aumenta la eficiencia y la creatividad de los empleados, al tiempo que mejora su salud física y mental. Además, la reducción del tiempo de trabajo es percibida por la ciudadanía como un mecanismo de justicia social, equilibrando los derechos laborales y promoviendo un reparto más equitativo de la riqueza generada con nuestro trabajo.
La última reducción legal de la jornada laboral en España tuvo lugar hace más de 40 años, estableciéndose en 40 horas semanales. Desde entonces se ha logrado reducir la jornada máxima de trabajo en aquellas empresas y sectores donde el sindicato es fuerte, donde existe capacidad de movilización. Esto es lo que ha permitido que la negociación colectiva haya reducido esta cifra a una media, establecida en los convenios colectivos, de 38,5 horas semanales, 1760 horas anuales. Sin embargo, donde el sindicato no llega con suficiente fortaleza, en aquellas actividades donde no existe una negociación colectiva que proteja a las personas, no se ha visto disminuida la jornada, generando una gran discriminación, precariedad laboral y competencia desleal entre sectores y empresas. Esta desigualdad es la que debemos corregir y por la que nos vamos a movilizar. Casi 13 millones de personas lo están esperando.
Las transformaciones en el mundo productivo, impulsadas por las transiciones digital y ecológica, están generado incrementos significativos en la productividad. Este crecimiento ha llevado a un gran aumento de los réditos empresariales, sin que tales ganancias se hayan trasladado a las personas que las posibilitan con su trabajo. Mejorar los salarios y reducir la jornada laboral son formas esenciales de distribuir de manera justa y equitativa la riqueza. Trabajar menos horas no solo mejora la salud y calidad de vida de los trabajadores, sino que también reduce el estrés laboral, el absentismo y las bajas por enfermedad. La reducción del tiempo de trabajo es también un mecanismo clave para avanzar en la igualdad de género, facilitando una mejor conciliación entre la vida laboral, social, personal y familiar. Además, menos horas de trabajo pueden significar menos desplazamientos diarios, contribuyendo a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación del aire, aportando una mejora ambiental adicional.
Lo que está ocurriendo a nuestro alrededor refuerza este convencimiento. En el Reino Unido, se han llevado a cabo experimentos a gran escala con la semana laboral de cuatro días, 32 horas semanales. En 2022, más de 60 empresas y 3.300 trabajadores participaron en un programa piloto para probar la efectividad de reducir las horas de trabajo sin disminuir el salario. Los resultados fueron altamente positivos: la mayoría de las empresas reportaron que la productividad se mantuvo o incluso aumentó, hasta el extremo que han mantenido la medida una vez finalizado el programa.
Europa ha empezado a caminar hacia una jornada laboral más corta. Una idea que también baraja el Gobierno laborista del Reino Unido, que está estudiando la posibilidad de que los trabajadores británicos puedan plantear a sus empleadores una jornada laboral semanal comprimida en cuatro días. Por su parte, el primer ministro polaco, el conservador Donald Tusk, se ha comprometido a que antes de acabar la legislatura, en 2027, la semana laboral en aquel territorio europeo sea de ocho horas cuatro días o de siete distribuidas en cinco. En Francia, que estableció la semana laboral de 35 horas en el año 2000, se exige avanzar hacia una semana laboral de 32 horas. En países como Alemania o Dinamarca, donde también se encuentra instalado el debate de la reducción del tiempo en el trabajo, la media de las horas realmente trabajadas, para un contrato a tiempo completo, se encuentre actualmente por debajo de las 35 semanales.
El Gobierno, y el conjunto de las fuerzas políticas, deben escuchar a la ciudadanía y actuar conforme a la voluntad popular, cumpliendo con las expectativas de las trabajadoras y los trabajadores de tener mejores derechos laborales. Esto pondrá de manifiesto la importancia de la igualdad y el bienestar como motores de la acción política en España. Para todo el arco parlamentario la dignidad laboral y la mejora de las condiciones de vida de las personas deben ser una prioridad. Esa es la razón por la que UGT, junto con CCOO, inicia una campaña de movilización y concienciación para trasladar a la patronal inmovilista, y también a los grupos parlamentarios, que no se puede permanecer al margen de la sociedad a la que pertenecen, aferrándose a una norma del siglo pasado.
La jornada laboral máxima de 37,5 horas semanales debe llegar por ley, asegurando que sea un derecho garantizado para todos. Nos gustará que este cambio salga pactado en el ámbito del diálogo social, involucrando a sindicatos, empleadores y al gobierno, y así asegurar que se implementa de la manera más justa y eficaz posible. En todo caso, los partidos políticos que se sientan en el Parlamento deben escuchar a la ciudadanía del Estado a la que representan, y cumplir con la voluntad popular facilitando este cambio legislativo. La medida es necesaria desde el punto de vista social y económico, pero también desde el punto de vista de la calidad democrática.
La reducción del tiempo de trabajo en nuestro país no es solo una necesidad social, sino una estrategia económica fundamental para el futuro. La competitividad y el aumento de la productividad no se logra a través de la explotación, sino mediante la inversión en tecnología, formación y, sobre todo, en el bienestar de las personas trabajadoras. Ahora es el momento de actuar. Porque ya toca reducir la jornada.

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