He tardado en ponerme a escribir sobre Juan Antonio más de lo que habría deseado, pero a veces hay que dejar reposar las emociones y los sentimientos para que realmente afloren los mejores pensamientos y las palabras que mejor los acompañen.
Necesitaba un tiempo para poder escribir sobre Juan Antonio, y me lo he tomado. Para no caer en el panegírico fácil ni en el elogio vacío, sino para poder describir quién era y qué representaba nuestro compañero. Y para poder decir con serenidad qué ha significado su pérdida tan prematura.
Juan Antonio Bastante era de ese tipo de personas que nunca pide nada. Que cuando te has querido dar cuenta, la cuenta de los favores que te ha hecho es tan elevada que te hace sentir un poco egoísta y como despreocupado. Y, de golpe, sientes la necesidad de compensarle, de agradecerle todo lo que ha hecho por la organización. Lo que sucede es que Bastante no necesitaba nada más que sentir que lo que hacía tenía sentido y significado para su sindicato, la UGT de Catalunya.
Juan Antonio Bastante ahora es un enorme vacío. Un descomunal hueco que nunca podremos ocupar. Ni con toda la añoranza del mundo ni con todos los recuerdos que compartimos con él somos capaces de llenar el espacio que él atiborró de constancia, tenacidad y generosidad. Una generosidad que expresaba siempre a través de una sonrisa eterna.
Hay muchos, muchísimos, Juan Antonios Bastantes en la UGT de Catalunya. Pero él era único. Singular. Ordenado, meticuloso, siempre proporcionado. Un bastión de certidumbre para los compañeros y las compañeras que cada día se dejan la piel en promover procesos electorales en empresas donde nunca antes había llegado el sindicalismo. Un parapeto de experiencia y estrategia en la defensa de los delegados y las candidaturas de la UGT de Catalunya en los centros de trabajo.
Han pasado ya unas cuantas semanas desde aquel aciago día en que perdimos a Juan Antonio y no he dejado de pensar en él, en su familia y en sus compañeros. El paso de los días y los recuerdos no han hecho otra cosa que arraigar la idea de que el sindicalismo que muchas veces se dibuja a través de personajes aguerridos, rotundos y vociferantes, en realidad no existe. Es una imagen estereotipada que esconde otra mucho más real y rica. Y que tiene que ver sobretodo con personas normales que vencen sus miedos para defender a sus compañeros, de personas discretas que se rompen los cuernos en mesas de negociación para conseguir el mejor acuerdo. En definitiva, de personas que dan un paso adelante para comprometerse con los demás a cambio de bien poco. Esas personas son las que inspiran. Y Juan Antonio inspiraba.
Muchos los sabían. Y todos los demás que lo hemos conocido menos nos damos cuenta ahora que nos falta.