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José Montilla

Con José Montilla puedes quedar a comer y no abrir boca hasta el segundo plato. Y de golpe iniciar una intensa conversación que dure ininterrumpidamente hasta bien pasado el término de una decente sobremesa. Dicen que es timidez. Yo creo, más bien, que prefiere callar antes que llenar el silencio de lugares comunes, frases hechas y atiborrarlo de palabras huecas que no aportan nada. Creo que es de los que prefiere escuchar y comprender.

Hoy en día parece no haber espacio para el silencio. Nos abruma no tener nada que decir, aunque sea una verdadera sandez. Nos aterra enfrentarnos al vecino en el ascensor y ponernos que contar los segundos de silencio angustioso hasta que llega nuestra parada y respiramos con una leve despedida. Por eso José Montilla desconcierta. Sólo habla si tiene algo que decir, en serio. Y no nos cabe en la cabeza que alguien y menos un político de su relevancia y responsabilidad, no intente aturdirnos con la verborrea clásica. Estamos programados para apagar los oídos y con Montilla no es necesario. Seguro que mucha gente no sabría reconocer ni su timbre de voz. Es más, estoy seguro de que sus palabras reúnen mayor audiencia, precisamente, por su laconismo. Es un ecónomo del verbo.

Y precisamente ahí reside su singularidad. No es un político al uso, desde luego. Ni pretende serlo. ¿Un gestor? ¿Una persona fría y rigurosa? ¿Un calculador? Seguro que concilia todos estos adjetivos. Sin duda. Pero lo hace desde un estilo nuevo. Si me permitís, quizá más respetuoso con los ciudadanos y la ciudadanas.

Es verdad que venimos de una cultura política de grandes liderazgos sociales y mediáticos y que nos costará acostumbrarnos a otros formatos. No obstante, y sin que sirva de menoscabo hacia ninguna de las figuras de nuestra historia política democrática, afirmo sin rodeos que ante la disyuntiva de elegir entre liderazgos construidos a base de márketing y demoscopia y otros relacionados con las trayectorias y el mérito, yo me quedo con éstos últimos. Prefiero no hablar hasta los postres, que no tener nada nuevo que decir cuando llega la hora del café. Prefiero palabras justas y honestas que el tedio de tener que desentrañar un mensaje tejido en una complicada telaraña de retórica vacía.

No obstante, José Montilla, que gana mucho en el regate corto, debería andar con tiento si no quiere que se malinterpreten sus palabras y sus silencios. Debe acertar ahora más que nunca en sus intervenciones. Corre el riesgo de no ser entendido y de ver como crece toda una corte de exégetas de su pensamiento y obra.

Este sábado me encuentro con él. Bueno, de hecho mantendremos una reunión con los secretarios generales de las Federaciones Nacionales de la UGT de Catalunya. Tendremos una buena y nueva oportunidad de compartir sus reflexiones en voz alta. No sabremos cuáles se reservará para si.

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