Miles de trabajadores y trabajadoras han fallecido en la construcción de los distintos estadios e infraestructuras en las que se celebrará la competición.
En la última década, desde que se anunció que Qatar acogería el Mundial de fútbol en 2022, han muerto más de 6,700 personas trabajadoras en la construcción en el país, de acuerdo con un informe de The Guardian. Personas migradas de países sur asiáticos como Pakistan, Bangladesh, Nepal, India y Sri Lanka contratadas con condiciones laborales absolutamente deplorables.
En la preparación para este acontecimiento deportivo, se ha llevado a cabo una enorme operación urbanística, que incluye siete estadios, un nuevo aeropuerto, carreteras, hoteles, sistemas de transporte público e, incluso, una nueva ciudad que acogerá la final de este Mundial. En Qatar hay aproximadamente dos millones de migrantes trabajando en este tipo de proyectos (curiosamente, la población del país alcanza los 2,6 millones de personas, es decir, casi la misma cantidad de personas migrantes).
La nueva esclavitud
“Muertes naturales” causadas por fallos del sistema respiratorio o del corazón; heridas por caídas de altura, suicidios… las causas de estos fallecimientos son múltiples. Pero viendo casos como el de un chico de Bangladesh que murió electrocutado cuando el agua encharcada en su habitación tocó un cable eléctrico, vemos cómo la precariedad laboral es el hilo conductor de ellas.
Un informe de Human Rights Watch habla de suspensión de salarios, incumplimiento de los contratos y retrasos en los pagos, mientras que Amnistía Internacional busca que la FIFA empuje a las autoridades de Qatar a abandonar estos abusos contra los y las trabajadoras. Desde UGT nos sumamos a estas peticiones. Estas personas son tratadas como esclavas en pleno siglo XXI, en condiciones que fácilmente podrían ser comparadas a la construcción de las pirámides egipcias varios miles de años atrás.
¿Saboteo o postureo? La posición del activismo
Algunos clubes y selecciones de países como Noruega han planteado su predisposición a sabotear el Mundial de Qatar 2022, o a no presentarse. Pero no basta con el mundo del deporte: la verdadera respuesta debe llegar a nivel institucional. Ningún país con principios democráticos que defienda los derechos humanos puede tolerar que esta barbarie continúe. Queda un año y medio (el Mundial empezará en Noviembre de 2022) para formular esa respuesta tan necesaria. La sociedad del entretenimiento no puede seguir construyéndose con sangre obrera.