Solo el 7% de los habitantes de África han sido vacunados, algo gravísimo para sus propios ciudadanos que lo sufren en primera persona y caldo de cultivo para nuevas mutaciones del Covid que afectan a todo el mundo.
La nueva variante del coronavirus bautizada por la Organización Mundial de la Salud como ómicron está provocando un miedo generalizado en las Bolsas mundiales y algo más grave: un cierre de fronteras a los viajeros que proceden de la región sur de África. Este continente con un porcentaje nimio de vacunados, y sin casi ayudas, afronta ahora, con resignación, este cierre fronterizo en sus países meridionales. La medida afecta a Sudáfrica, Botsuana, Esuatini, Lesoto, Namibia, Mozambique y Zimbabue. La medida tomada en primer termino por Reino Unido e Israel, fue seguida rápidamente por otros países europeos como Alemania, Italia, Francia, República Checa, Países Bajos, Austria y Croacia. Finalmente, toda la UE, de forma conjunta, se han sumado a la medida, secundada por otros países como Estados Unidos, Suiza, Singapur, etc.
Independientemente de estas actuaciones que pueden ser inevitables para controlar la situación sanitaria actual, quiero utilizar este Blog para señalar el “apartheid” sanitario y social en el que viven los países pobres africanos a los que no llegan vacunas: solo el 7% de los cerca de 1.300 millones de habitantes del continente han recibido la pauta completa, según el recuento de la Universidad de Oxford. Incluso, en algunos países africanos, prácticamente, nadie ha sido vacunado, como Burundi (0,0025%), República Democrática del Congo (0,06%) o Chad (0,42%). Algo gravísimo para sus propios habitantes que sufren en primera persona los estragos de la pandemia y, como estamos evidenciando, caldo de cultivo para nuevas mutaciones del coronavirus que afectan internacionalmente.
Mientras tanto en Europa, en nuestro país y en todo el “mundo desarrollado” es curioso que todavía existan personas que desprecien vacunarse o tomar las medidas preventivas necesarias contra esta enfermedad mortal pandémica que sigue tan presente, como estamos comprobando diariamente en todo el mundo.
Por tanto, urge facilitar vacunas a las naciones pobres, como el propio G-7 (el grupo de los siete países más desarrollados del mundo) ha reconocido en su última reunión. Esperemos que pasen de las palabras a los hechos y cumplan sus promesas (en junio se comprometieron a donar mil millones de vacunas a los países pobres). Y garantizar el acceso a las vacunas no solo se concreta en el reparto de las mismas, sino que es necesario aumentar la capacidad para absorberlas, preparando a los países para recibirlas y desplegarlas. La vacunación mundial incumbe a todas las personas que habitamos este planeta, el futuro de la humanidad está en juego.