Estando todavía en tierras sudamericanas, me alegra realmente que mi primera visita sindical fuera a esta región. Mi paso por Argentina la pasada semana, con motivo del congreso de la CTA de los Trabajadores (CTA-T) y mi actual estadía en Brasil, a raíz del congreso de la CUT, me han permitido experimentar el presente del sindicalismo en esta zona políticamente apasionante pero convulsa del planeta.
Dentro de las experiencias vividas en cada uno de los congresos, que darían para varias páginas cada uno de ellos, debo destacar dos cuestiones: el carácter internacionalista del sindicalismo latinoamericano y su fuerte compromiso sociopolítico.
Resulta muy interesante ver como, en este lado del planeta, se valora especialmente el sindicalismo y la solidaridad internacional. Este hecho cobra una especial relevancia en Brasil, ya que el movimiento sindical, además de representar la principal trinchera contra el gobierno de Bolsonaro, mantiene permanentemente la reivindicación de libertad para Lula, sobre la cual la solidaridad internacional es uno de los pilares. Pero hablaré de la situación de Lula en mi próxima entrada del blog.
Existe, en la mayor parte del sindicalismo brasileño, un compromiso para la lucha contra la manipulación de las instituciones democráticas llevada a cabo por importantes sectores del poder en Brasil.
La situación socioeconómica actual, tanto en Argentina como en Brasil, es muy complicada. Los gobiernos de Macri y Bolsonaro han desplegado agresivos programas neoliberales, donde los sindicatos son percibidos como enemigos. No se respeta su papel como agente social, se obstaculiza la negociación colectiva y se ataca tanto a las organizaciones como a muchos de sus dirigentes. Es por esto, que la actual resistencia que llevan adelante los sindicatos supone una clara apuesta por la democracia, a través de la asunción de un fuerte compromiso sociopolítico.
En Argentina, existen diferencias políticas entre las tres centrales, pero hay un acuerdo básico en que el sindicalismo debe ser protagonista para la salida democrática del gobierno de Mauricio Macri, que empobreció al país y situó a la economía argentina en un escenario de extrema vulnerabilidad.
El caso brasileño es aún peor. Según escuché en palabras del ex ministro de asuntos exteriores brasileño, Celso Amorim, “no hay nada peor en la región que el presidente Bolsonaro”. Es de sobra conocido el desprecio por la democracia del actual presidente de Brasil, sus posiciones machistas, homófobas y su defensa de los crímenes de la dictadura militar, así como su complicidad con la persecución a Lula y su responsabilidad con la actual degradación en la situación de los trabajadores brasileños, con la profundización de la terrible reforma laboral del anterior gobierno de Michel Temer, quien sucedió a Dilma Rousseff tras un golpe institucional que tenía como único objetivo desarrollar una agenda neoliberal a espaldas de lo que el pueblo brasileño había votado.
En este complicado contexto, es admirable cómo el sindicalismo mantiene un compromiso inquebrantable con el fortalecimiento de la democracia. En la entrada anterior del blog ya escribí acerca de la terrible experiencia del terror dictatorial y de la ejemplar salida democrática de argentina en relación a este tema, donde los movimientos sindicales, políticos y sociales tuvieron un importante papel.
Estas dos semanas en Latinoamérica me reafirman en el compromiso que desde nuestro sindicato debemos desarrollar en materia internacional. La solidaridad con nuestros compañeros y compañeras en esta parte del mundo tan cercana para España no es la única razón para que UGT atraviese las fronteras. El sindicalismo de todo el mundo debe trabajar unido frente a la globalización que excluye a los trabajadores, frente a la amenaza de una revolución digital que aumente las desigualdades de riqueza y oportunidades para los trabajadores y, quiero repetir nuevamente, en la defensa de la democracia en todos los países.
Para hacer realidad este compromiso no hace falta solo nuestro ímpetu, sino la decisión de los gobiernos de valorar el papel de las organizaciones de trabajadores como actores principales para construir un nuevo contrato social donde la justicia social sea uno de los pilares principales. En este sentido, trabajaremos para fortalecer y construir espacios iberoamericanos sindicales, y trabajaremos para que la voz y los intereses de los trabajadores formen parte de la agenda exterior de España, con la firme convicción del papel que podemos jugar a favor de la democracia y la justicia social tanto en España como en Latinoamérica.