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1º de Mayo: el Covid-19 evidencia que la prioridad son las personas

Con motivo del Día Internacional de los Trabajadores este 1º de mayo, he escrito un artículo para El Socialista acerca del reto que supone el Covid-19 para lograr la más pronta reactivación económica y social con soluciones consensuadas y duraderas.

Nadie podía sospechar, hace apenas dos meses, que este Primero de Mayo se viviría en una situación de pandemia mundial sin precedentes, que además de causar centenares de miles de muertos en todo el mundo, desarbolaría la forma de vida a nivel global y pondría en cuestión muchas de las políticas y criterios económicos imperantes.

 

El Covid 19 es un reto constante que nos obliga a reconstruir nuestro modelo económico y social y que nos recuerda cuáles deben ser las prioridades: la vida; la salud y seguridad de las personas; el valor del trabajo; la necesidad de salarios dignos; la importancia de apostar por una economía productiva, frente a la economía especulativa; lo esencial de pagar impuestos para fortalecer nuestro Estado de Bienestar (la sanidad, la educación, los servicios públicos, la dependencia) y conformar una red de protección social que no deje a nadie atrás. También nos recuerda la importancia de avanzar en la igualdad, la necesidad de tener una industria fuerte, el reto tecnológico, lo crucial de invertir en I+D+i y la formación, etc. Es la hora de abordar el proceso de digitalización, el teletrabajo ha venido para quedarse, de afrontar, desde una transición justa, los retos del cambio climático. Valores y reivindicaciones defendidos por los sindicatos, y enarbolados en distintas celebraciones del Primero de Mayo.

 

Ningún país tiene una varita mágica para poner fin a esta crisis, ni a sus consecuencias. Por eso, pese a los posibles fallos que se hayan podido cometer, hay que destacar el que el Gobierno español haya recurrido al diálogo social como fórmula para adoptar medidas que nos permitan superar esta crisis y haya movilizado la mayor cantidad de recursos de la historia de nuestro país.

 

Así la prohibición del despido durante la pandemia (una propuesta sindical) y el acuerdo para priorizar y agilizar los ERTES han preservado centenares de miles de empleos. Sin embargo, otros han desaparecido como consecuencia del sistema de relaciones laborales agravado tras la reforma laboral del 2012.

 

Por otra parte, aunque nuestro país está protegiendo rentas a más de 6 millones de personas, un 30% de la población ocupada antes del estado de alarma (por las suspensiones temporales de empleo, las nuevas prestaciones o el cese de actividad para autónomos) su esfuerzo, en términos de porcentaje sobre PIB, es de menor cuantía al que realizan otros países como Francia o Alemania.

 

Pero si hay algo que, en estos momentos, nos preocupa y no paramos de reivindicar es la necesidad de establecer ya una renta mínima vital, porque aún hay un millón de personas (desempleados sin protección o familias que dependen de la economía sumergida) que no perciben ninguna prestación y viven una situación desesperada.

 

Y por supuesto seguimos reivindicando que todos los trabajadores y trabajadoras, tanto de los servicios esenciales, como los que se vayan reincorporando durante el proceso de desescalada a sus puestos de trabajo cuenten con todas las medidas de seguridad y protección adecuadas. Algo que deben asegurar las distintas Administraciones y las empresas.

 

Es responsabilidad de todos reconstruir este país, tratar de facilitar una reactivación económica y social rápida y con soluciones consensuadas y duraderas. Pero para ello, no podemos caer en más de lo mismo, un modelo económico agotado, que ha incrementado las desigualdades sociales.

 

Hay que apostar por un modelo productivo diferente y por políticas que prioricen las necesidades de las personas y el interés colectivo, por encima de los intereses privados. Políticas que refuercen y blinden, constitucionalmente, los pilares del nuestro Estado de Bienestar, como es la sanidad y los servicios públicos; que consoliden y mejoren nuestro sistema de protección social, que impulsen nuestro sector industrial, la ciencia y la tecnología, la igualdad entre hombres y mujeres, la formación.

 

Hay que fomentar empleos estables y salarios dignos (ahora muchos de los que se oponían a la subida del Salario Mínimo Interprofesional, proponen subidas de sueldo a las trabajadoras/es de determinados servicios esenciales, con sueldos de miseria). Hay que reconstruir el modelo laboral desde el equilibrio de las relaciones laborales y regular las nuevas formas de trabajo, que no deben significar explotación.

 

En definitiva, tenemos que aprender de errores y salir de esta crisis reforzados, en base a la construcción de un nuevo modelo de crecimiento económico más justo y sostenible.

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