En mi anterior blog ya os adelantaba mi convicción de que las próximas elecciones generales tienen una especial transcendencia para el futuro de nuestro país. Estamos inmersos en una campaña electoral (que atravesará todas las vacaciones de Semana Santa) que se vuelve más bronca cada día, supongo que al ritmo en el que las encuestas que reciben unos y otros les generan más o menos pánico.
Pero, desde mi punto de vista, los partidos están desaprovechando la oportunidad de contar a la ciudadanía cuál es su proyecto de país, qué sociedad quieren y cómo se proponen hacerlo.
UGT, conjuntamente con CCOO, presentamos el día 2 de abril en la Plaza de Ópera de Madrid, un decálogo de temas, y de propuestas, que creemos que son fundamentales para saber hacia dónde vamos desde el punto de vista económico, social, laboral, y democrático. Son cuestiones esenciales, muchas de ellas requieren desarrollos en el tiempo que superan una legislatura –como la política de pensiones, la política industrial, o las infraestructuras- y que deberían preocuparnos tanto como para dejar de poner límites infranqueables entre unos y otros o señalar con cuantos ni queremos ni vamos a hablar nunca más. Sin hablar es difícil entenderse; y negar la comunicación es negar la convivencia, y por ahí no avanzamos, más bien retrocedemos.
Y como quiero debates, y propuestas y negociaciones, y cambios y que todos tengamos la oportunidad de decir lo que pensamos y ver cómo nos entendemos, quiero plantear algunos temas –ese decálogo de propuestas de UGT y CCOO- y profundizar en ellos.
Empezaré por uno de los que lleva más tiempo en la agenda sindical, que es nuestra reivindicación de un cambio de modelo productivo. Hay dos cosas fundamentales en este aspecto: en qué se basa la economía de un país y cómo lo hace. En España, desde finales de los años noventa del pasado siglo, vivimos fundamentalmente del sector de la construcción (y todas sus derivadas), el turismo, y un creciente sector servicios. ¿Por qué? Beneficios rápidos, demanda asegurada, poca inversión previa, mano de obra disponible… Varios años antes de la crisis ya decíamos que ese modelo de crecimiento tenía los pies de barro.
Los países con más base industrial en su economía resistieron mejor la crisis económica, el empleo es más estable y de mejor calidad, y son más competitivos. No hay ninguna razón para que nuestra economía no aspire a ese tipo de mejoras. No hay razón para que no orientemos nuestros esfuerzos a evolucionar hacia un modelo económico basado en la calidad y no en la explotación de los trabajadores y trabajadoras.
Lo que queremos es un sistema económico ambicioso y creativo, que apueste por la innovación, por la industria limpia, servicios de calidad, turismo sano y respetuoso con el medio ambiente. Un modelo productivo sostenible, que fortalezca nuestras estructuras económicas y las haga más resistentes a las crisis. Y claro, capaz de crear empleos dignos y condiciones laborales dignas.
¿Cómo lo hacemos? Aquí dejo cuatro propuestas:
- Un Plan Estratégico para la Industria que haga frente a la desindustrialización, contemple los servicios de alto valor añadido que mejoran la competitividad –no con bajos costes laborales- sino creando valor añadido.
- Establecer una Banca Pública
- Impulsar una Transición Energética y Medioambiental hacia un modelo de Economía Circular
- Movilizar el potencial de las zonas rurales como motor de desarrollo e innovación, y desarrollar un Plan de Empleo de Regeneración y Cuidado del Entorno Natural.