Más de ocho millones de personas al año mueren por respirar aire contaminado por la quema de combustibles fósiles.

Nueve de cada diez personas viven en lugares con un nivel de contaminación en el aire por encima de las recomendaciones. Un estudio reciente de la Universidad de Harvard señala que una de cada cinco muertes en el mundo son a causa de la contaminación del aire causada por la quema de combustibles fósiles. En 2018, se estima que murieron 8,7 millones de personas a nivel global. Hablamos, por tanto, de cuatro veces el número global actual de muertes causadas por la Covid-19 en el año que llevamos de pandemia.

En España, hablamos de 44.603 muertos mayores de 14 años de edad al año, es decir, un 10,7% de las muertes totales en nuestro país. La primera causa de muerte en nuestro país son enfermedades cardiovasculares como el infarto, la trombosis o el ictus, y un estudio conjunto de cuatro organizaciones internacionales de cardiología demuestra que estas enfermedades suponen la mitad de las muertes causadas por la contaminación.

Además, la comunidad científica viene avisándonos repetidamente de que la pandemia actual del Covid-19 se ha visto impulsada por las migraciones animales forzadas por el cambio climático. Y viviremos más pandemias, de forma cada vez más frecuente, si no frenamos de una vez por todas este cambio climático.

No podemos seguir respirando aire envenenado. Nos encontramos una vez más ante la eterna dicotomía entre salud y economía, entre salud y producción industrial capitalista. Es totalmente inaceptable que tanto los gobiernos estatales como la comunidad internacional continúen de forma generalizada sirviéndonos promesas vacías. Ya basta de pensar sólo en el corto término, en los cuatro años de cada investidura. Y no basta sólo con pensarlo: hay que trabajar, duramente y desde hoy mismo, para garantizar nuestro futuro a través de una transición justa.