La financiación que requiere la estrategia que exigimos no va a caer del cielo, es imprescindible, y así lo reclamamos, aumentar los recursos de la Unión Europea con nuevos impuestos y actuaciones fiscales.
En estos momentos, se está discutiendo el futuro de la Unión Europea porque ése es el verdadero fondo del asunto. Desde hace ya tiempo, los países mal denominados frugales (Holanda, Austria, etc.) vienen abusando de la obligatoria unanimidad con la que han de tomarse las decisiones del Consejo para imponer con descaro sus intereses nacionales y posiciones ideológicas, con el apoyo más o menos soterrado de la superpotencia germana que parece utilizarlos como ariete según su conveniencia.
Las ganancias comerciales nacidas de las políticas de competencia sobre una posición de partida más beneficiosa, los superávits comerciales excesivos, la utilización de las ventajas de que les proporciona la moneda única, junto a, en algún caso como el de Holanda, un secreto a voces, sistemas impositivos basados en la elusión fiscal, han situado a estos países en una posición privilegiada, en un cómodo statu quo que no quieren modificar. Y ahora, como antes, ante la crisis motivada por la pandemia, cuando se discute como salir de la recesión quieren primero limitar las ayudas, y luego condicionarlas a unas políticas de austeridad y recorte que les permitan mantener esa posición de privilegio.
Quieren, necesitan, víctimas de un egoísmo desmedido, que todo siga como está o que incluso se dé otra vuelta de tuerca al paradigma liberal que tanto les ha beneficiado. Pero esto, hoy, es sencillamente imposible. Si ganan, pierden porque la Europa que saldrá de su victoria será una Europa dividida, frágil en lo político, lo social y lo económico, y con unas cicatrices que volcarán a los pueblos en un populismo nacionalista que quebrará el proyecto europeo.
Por eso, resulta sorprendente que partidos políticos que dicen defender los intereses de España se alineen con las exigencias de aquéllos. No todo vale para desgastar a un Gobierno y es necesaria una reflexión profunda acerca de ciertas líneas de actuación.
La batalla política se está jugando y de su resultado dependerá la propia existencia de la Unión Europea. Conscientes de ello, desde la Confederación Europea de Sindicatos con el acuerdo de todos los sindicatos, incluidos los de los países del norte y centro de Europa, hemos adoptado una posición común formalizada en una Declaración de 9 de junio, instando a las instituciones de la UE y a los Estados miembros a que inicien de inmediato una estrategia de recuperación clara, ambiciosa y coordinada, que marque una estrategia de recuperación basada en un modelo económico más sostenible, inclusivo y justo, que se articule a través de la puesta a disposición de los Estados miembros de una financiación masiva destinada a la inversión. Financiación no condicionada a los deseos y políticas de algunos sino a los intereses de todos.
La financiación que requiere la estrategia que exigimos no va a caer del cielo, es imprescindible, y así lo reclamamos, aumentar los recursos de la Unión Europea con nuevos impuestos y actuaciones fiscales que pivoten, entre otros ámbitos, sobre las operaciones de las grandes empresas, impulsen la sostenibilidad, así como la lucha contra el fraude, la evasión y elusión fiscal, así como contra la competencia desleal.
En la declaración de la Confederación Europea de Sindicatos, señalamos que “el futuro de la democracia, la economía y la cohesión social está en juego.” Las organizaciones sindicales hemos demostrado una madurez y responsabilidad fuera de duda. También lo han demostrado gran parte de las instituciones comunitarias y Estados miembros. Ya es hora que los demás agentes implicados estén a la altura. No todo vale. Nos jugamos el éxito y la supervivencia del mayor periodo de paz, prosperidad y desarrollo que ha vivido el continente.