El debate sobre la ciencia en nuestro país es eterno, pero durante demasiado tiempo nadie ha cogido las riendas y ha puesto solución a los problemas existentes. Os comparto el artículo publicado en eldiario.es.
Esta semana una noticia del periódico llamó mi atención. El Instituto Oceanográfico, una institución de más de 100 años de historia, se encuentra en una crisis inédita. Sus gestores han dimitido, al parecer incapaces de enderezar el rumbo errático que seguía la Institución. Obligada a devolver millones de euros de programas europeos por no tener la flexibilidad suficiente para poder desarrollarlos, ahogada en trámites que impiden finalizar a tiempo un proceso de selección, carentes, paradójicamente de fondos para poder asumir los gastos más inmediatos. La triste noticia me recordó una reunión que tuve antes del inicio de la pandemia con un pequeño grupo de personas dedicadas a la ciencia en nuestro país y que prestaban sus servicios en diferentes entidades públicas.
Me hablaron de un personal con talento incapaz de efectuar su actividad atenazados ante una burocratización tan absoluta que convierte el más ínfimo expediente de compra de un recurso en un verdadero suplicio; de subvenciones y ayudas europeas a programas que se deben dejar pasar o devolver porque nuestra administración es incapaz de tener la agilidad para implementarlos; de unas entidades científicas carente del personal de apoyo debido a las constantes políticas de congelación de empleo público; de unas infraestructuras en equipamiento y sistemas obsoletas e ineficientes.
En fin, de un personal investigador que emigra ante la imposibilidad de prestar sus servicios y conocimientos en un país que carece de la mínima capacidad para aprovechar los recursos que se ponen a su disposición. De un personal en cuya formación hemos invertido mucho tiempo y dinero y cuyas contrataciones son limitadas al máximo, o precarizadas de forma inexplicable, en base a unos criterios heredados de la crisis del 2012 que se han perpetuado sin razón ni sentido.
La situación en la esfera privada no es mucho mejor. Nuestras PYMES no son capaces de integrarse en la nueva ola tecnológica. Las empresas españolas están por detrás de la media europea en el reto de la digitalización y son una excepción aquellas que aportan recursos financieros y trasladan sus necesidades a los agentes productores de ciencia y tecnología con el fin de orientar sus líneas de investigación e impulsar la innovación. Solo un dato, en 2018, tuvimos un 45% menos patentes que en 2011.
El debate sobre la ciencia en nuestro país es eterno, pero durante demasiado tiempo nadie ha cogido las riendas y ha puesto solución a los problemas existentes. Es hora.
Este jueves firmé un acuerdo importante que contiene sonoras palabras acerca de temas importantes, pero ya tal vez demasiados manoseados, como la investigación y el I+d+i como base de la necesaria reconstrucción.
Pero me pregunto, si seremos capaces de llevar a cabo objetivos aparentemente tan sencillos como flexibilizar nuestros procedimientos de gestión de los programas de investigación, o retener o recompensar el talento científico. Sentar, en suma, las bases de una nueva política científica y de innovación para España e implementarla. Desde UGT, apostamos por ello, y, en ello, estamos empeñados pero corresponde a las instancias políticas dar, de una vez, cumplida respuesta a esta insoportable problemática.