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¿La vuelta del fascismo?

Desde hace tiempo distintos grupúsculos y fanáticos adscritos siglas de cierta relevancia de la ultraderecha europea, vienen haciendo gala de una actividad similar a la propia del fascismo en los años 20 y 30 del pasado siglo.

En España, UGT ha sido el centro habitual de los ataques de estos sujetos, que han pintado las estatuas de protagonistas de nuestra historia y de la de España, como Indalecio Prieto y Largo Caballero, han vandalizado nuestras sedes en Murcia o han causado daños en el exterior de centros de importancia como la Escuela Julián Besteiro. A ello, han acompañado, de forma cada vez más frecuente, la presencia frente a nuestra sede de pequeños grupos de provocadores que con sus insultos e ignorancia intentan sacar rédito publicitario para hacer notar su inexistente presencia.

 

En Europa, hemos sido testigos, el 9 de octubre del ataque a la sede de la Confederación General Italiana del Trabajo por simpatizantes y militantes de la formación política neofascista Fuerza Nueva, que rompiendo las ventanas se adentraron en el interior del edificio destrozando todo a su paso. Sin duda, inspirados en las acciones de los seguidores de Trump en el asalto al Capitolio de Washington, aunque no lo necesitaban porque en su pasado ya tenían un variado repertorio de acciones entre las que elegir.

 

Esta semana hemos hecho pública en la calle, como ya hicimos en todos los medios de comunicación, nuestra repulsa frente a esos actos, acompañando con ello a la movilización de la sociedad italiana frente a esos actos.

 

Lo que ha pasado en Italia o España no es un caso aislado, está ocurriendo en toda Europa, en todo el mundo. En países de Latinoamérica como Colombia donde los asesinatos de sindicalistas son frecuentes al igual que en Asia, donde en países como Bangladesh, la persecución del sindicalismo que intenta poner freno a la explotación está al orden del día. Pero en Europa, hay una nota diferenciadora, las acciones antisindicales están vinculadas a la ideología de ultraderecha, en algún caso, claramente fascista.

 

Es normal que la ultraderecha y el fascismo considere que el sindicalismo de clase es su enemigo. El sindicalismo une a las personas trabajadoras desde su lucha por el progreso, la justicia y la libertad.  La ultraderecha quiere instaurar regímenes donde ninguna de esas palabras tiene valor y si existen solo es como una burda caricatura o pretexto para justificar acciones irracionales o vergonzantes como la lucha contra el proceso de vacunación.

 

¿Qué podemos hacer frente al resurgir de las fuerzas más oscuras de la reacción? Seguramente muchas cosas, pero fundamentalmente avanzar en un Estado Social y Democrático que no deje a nadie atrás, donde todas las personas adviertan de su importancia para una sociedad que sin minusvalorar los derechos individuales no deja de lado los colectivos y sociales. Europa tiene mucho que decir en eso. El proceso europeo de vacunación, con España y Portugal como ejemplo más notorio, ha sido ejemplificador en ello. Las personas han accedido a la vacuna por sus circunstancias reales, no por su condición social. Profundicemos en ese compromiso social con políticas claras destinadas a la reducción de la desigualdad y la recuperación económica sobre la base de la sostenibilidad.

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