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La huelga que afianzó las bases de nuestro Estado de Bienestar

Hace un par de semanas, en concreto el viernes 14 de diciembre, la Unión General de Trabajadores y las Comisiones Obreras celebramos un acto para conmemorar el 30 aniversario de la huelga general del 14D, la huelga que afianzó las bases de nuestro Estado de Bienestar.

En el acto, presentado por la periodista Angélica Rubio, intervinieron los Secretarios Generales de ambos sindicatos durante aquella jornada histórica, Antonio Gutiérrez y Nicolás Redondo, el Secretario General de la Confederación Europea de Sindicatos Luca Visentini, y los Secretarios Generales actuales, Unai Sordo y yo.

Hoy quiero haceros un regalo: la transcripción literal de la intervención de Nicolás Redondo, todo un tesoro. Nicolás recuerda que “la huelga del 14D fue una huelga singular, mayúscula e irrepetible. La primera huelga después de la dictadura franquista y de la primera convocada por los sindicatos y particularmente UGT, contra el PSOE en el Gobierno”. En ese acto, ponía de relieve que en el año 1988 la economía creció el 5,8% del PIB pero esa situación económica más favorable no se trasladaba a trabajadores y ciudadanía cada vez más precarizados, por eso “los trabajadores y la gran mayoría de los ciudadanos secundaron la huelga a pesar de las excesivas campañas del Gobierno para evitarlas desprestigiando a los sindicatos, descalificando sus reivindicaciones, estableciendo servicios mínimos abusivos o pretendiendo desestabilizar, en concreto, a UGT”. Nicolás manifiesta que “los logros sociales fueron muy estimables, al igual que los errores cometidos por el Gobierno en nombre del socialismo, errores de los que 30 años después, seguimos sufriendo las consecuencias, consecuencias que nos enseñan que en democracia nos debatimos permanentemente entre avanzar o retroceder, que es una tarea infinita en la que, si no se progresa, se retrocede”.

Pero no quiero seguir extendiéndome. Lo mejor es que lo leáis vosotros mismos

Una huelga singular, mayúscula e irrepetible

“Buenos días:

La Huelga del 14-D fue una huelga singular, mayúscula, y probablemente, irrepetible. No estamos hablando, por lo tanto, de una huelga más de las muchas celebradas por el movimiento obrero en nuestro país. En cualquier caso, fue distinta; tuvo algo de mágico y especial. Se trataba, además, de la primera huelga después de la dictadura franquista y de la primera convocada por los sindicatos, y particularmente por UGT contra el partido socialista en el gobierno.

Se puede manifestar que los trabajadores y la gran mayoría de los ciudadanos secundaron la huelga, a pesar de las sucesivas campañas del gobierno para evitarla: desprestigiando a los sindicatos; descalificando sus reivindicaciones; estableciendo servicios mínimos abusivos; y pretendiendo desestabilizar, en concreto, a UGT, a pesar de que los 11 miembros de su Comisión Ejecutiva Confederal (CEC) eran afiliados del PSOE. Incluso, se llegó a constituir un gabinete de crisis en La Moncloa para estudiar como oponerse a la participación de UGT en la Huelga, lo que pasaría por desacreditar a su propia CEC y, sobre todo, a su secretario general. Ello puso a prueba la autonomía de UGT y la unidad de acción con CCOO.

Las razones de la Huelga fueron muchas. La política socialdemócrata del Gobierno era interpretada de manera muy diferente a la política social postulada por los sindicatos. En coherencia con su ideario, los sindicatos plantearon una serie de reivindicaciones que conectaron socialmente con los trabajadores, y sobre todo, con los más desfavorecidos. Dichas reivindicaciones se plasmaron en el “Llamamiento Sindical a los Trabajadores”, que contemplaban de manera precisa el rechazo a la política económica y social del Gobierno y la exigencia del giro político para recuperar la deuda social contraída con los trabajadores.

Indudablemente la situación había mejorado. En España, en esa etapa, se vivían momentos de recuperación y de relanzamiento económico, que había sido posible gracias al sacrificio de las capas populares y a la responsabilidad de los sindicatos. Las empresas obtenían importantes beneficios y los sectores de industria, que habían pasado por procesos de reconversión, se encontraban saneados y en proceso de desarrollo. Concretamente, según el Informe Anual del Banco de España, en el año 1988 (año de la Huelga General), la economía creció el 5,8% del Producto Interior Bruto (PIB). En este sentido, el ministro Carlos Solchaga fue mucho más explícito, al decir que: “España es el país donde se puede ganar más dinero y de manera más rápida del mundo”.

Los sindicatos se preguntaban por qué ahora, cuando vivíamos una situación económica más favorable resultaba tan difícil llegar a un acuerdo. Y en ese sentido yo reiteraba con frecuencia que: “Este pueblo ha sembrado y tiene derecho a recoger lo sembrado”, lo que nos llevó a una serie de reivindicaciones que se ajustaban a la demanda social de los trabajadores.

La primera constatación que se debe hacer es que la Huelga no fue producto del enfado de los responsables de la UGT, ni de la animadversión personal hacia ningún responsable gubernamental, ni una contestación social orientada a desgastar, y menos aún a derribar, al gobierno socialista.

Conviene recordar que el gobierno socialista se constituyó el 28 de octubre de 1982 y por lo tanto hasta el paro del 14 de diciembre de 1988, transcurrieron seis años, en los que, en las elecciones de 1986, la UGT pidió una vez más el voto para el partido socialista.

Seis años que se caracterizaron por una política de ajuste y austeridad con los consiguientes recortes sociales, una muy negativa reforma del mercado de trabajo, basada en la directiva comunitaria de 1975.

Una regresiva ley de pensiones que el Gobierno negoció con la Unión Democrática de Pensionistas, vetando a las federaciones de jubilados y pensionistas de UGT y CCOO, lo que llevó a masivas manifestaciones de protesta y a ésta última, a la huelga de 1985; y a mí, como diputado socialista a romper la disciplina de mi grupo parlamentario. Un acuerdo (gobierno-UDP) que la UGT denunció ante la OIT.

Se pretendió simplemente rechazar una política antisocial, lesiva para los trabajadores y para los sectores más desfavorecidos a los que el gobierno decía representar.

El Gobierno había perdido sensibilidad social y el sentido de la realidad, y con ello empleaba argumentos del siguiente tenor:

  • Establecía una supuesta relación causa-efecto entre el nivel salarial de los trabajadores en activo y el crecimiento del desempleo.
  • El paro masivo se explicaba por la fuerte rigidez del mercado de trabajo.
  • Se argumentaba que las prestaciones por desempleo eran muy elevadas, y con ello se reducía el interés por buscar trabajo.
  • Se satanizaba los aumentos salariales mientras se privilegiaban los excedentes empresariales.
  • Se decía que el pleno empleo era una quimera y que el trabajo para toda la vida un imposible.

Eso explica que el Gobierno llegara a preguntarse (lo que no parecía para un socialdemócrata una meta muy ambiciosa) “¿qué era mejor un precario que un parado?” o “¿qué era más socialista subir los salarios o bajar la inflación?”, lo que nos llevó a que la precariedad subiera exponencialmente y a que el paro alcanzara niveles, hasta entonces, desconocidos, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, sin que ello significara, en la práctica reducir la inflación.

La prepotencia del gobierno le impidió darse cuenta de lo que para todos los demás era ya una crónica anunciada, de la que sólo quedaba concretar la fecha, fecha que se dio en una reunión en el restaurante “El Parrillón”, en el que después de serias discusiones, llegamos al acuerdo de que ésta fuera el 14 de diciembre.

A pesar del éxito indiscutible de la huelga, la defensa y la consecución de estas reivindicaciones no resultó nada fácil por la existencia de problemas muy enquistados, que continuaron después de la huelga y se concretaron en una reacción muy negativa y hostil del gobierno socialista hacia la aceptación de las reivindicaciones de los sindicatos.

El 14 de abril de 1989, tras varias semanas de negociación entre el Gobierno y las organizaciones sindicales convocantes del 14-D, en un pacto entre el PSOE y el Partido Popular, a propuesta del portavoz de este grupo, Miguel Herrero de Miñón, el Congreso aprobó un incremento de 198 mil millones de pesetas destinados a gastos sociales y a retirar lo que fue la espoleta del 14-D, el Plan de Empleo Juvenil; Sin embargo los sindicatos, aun estimando positivas estas medidas, las calificaron de insuficientes, y reiteraron la necesidad del giro social.

Posteriormente, los resultados de las elecciones legislativas, en octubre de 1989, en las que IU pasó de 6 a 17 diputados, propició bajo mi punto de vista la iniciativa de Carlos Solchaga, Ministro de Hacienda, de proponer una negociación Gobierno-Sindicatos, que dio lugar a que UGT y CCOO concretaran sus reivindicaciones en lo que se dio en llamar la “Propuesta Sindical Prioritaria”.

Propuesta Sindical Prioritaria

La Propuesta Sindical Prioritaria, plataforma elaborada por UGT y CCOO fue un verdadero programa progresista que, como decía en su introducción, suponía la continuidad de las reivindicaciones y del giro social respaldado masivamente el 14-D.

Cuando se acusa a UGT y a CCOO de no haber sido capaces de administrar bien la Huelga, debo manifestar que se consiguió, un alto porcentaje de las reivindicaciones planteadas en aquella jornada:

Además de retirar el PEJ se alcanzaron importantes reivindicaciones:

  • Que se aprobara la ley de pensiones no contributivas.
  • El derecho a la negociación en el ámbito de la función pública.
  • La cláusula de garantía de la retribución de los funcionarios.
  • La cláusula de revisión para los pensionistas.
  • El incremento de la ayuda familiar para las rentas más bajas.
  • El salario social a través de las comunidades autónomas.
  • Además del derecho de información en materia de contratación en las empresas.
  • Y el mayor incremento de las pensiones de la década.

Sin duda, los logros sociales fueron muy estimables, al igual que los errores cometidos por el Gobierno en nombre del socialismo. Errores de los que 30 años después seguimos sufriendo las consecuencias y nos enseñan que, en democracia nos debatimos permanentemente entre avanzar o retroceder; que es una tarea infinita en la que si no se progresa, se retrocede…y en ello estamos.
Sólo me resta declarar que me siento reconfortado por haber defendido los intereses de los trabajadores, y profundamente agradecido al conjunto de la Unión, a su Comité Confederal que aprobó siempre, por más del 90 % los acuerdos y resoluciones y a los compañeros y compañeras de la Comisión Ejecutiva, firmes frente a los vientos de todos aquellos que se oponían a la Huelga del 14-D.

También me reconforta haber conseguido la unidad de acción sindical con CCOO, siempre con lealtad y desde la inspiración socialista que ha sido, y es, una constante en mi trayectoria vital.
En la conmemoración del 120 aniversario de la UGT, y en defensa de la tradición socialista del sindicato, manifesté que siempre he creído, en mis más de 70 años en las filas de la UGT y el PSOE, que para comprender el mundo, para cambiarlo, el socialismo era y sigue siendo necesario.

Un socialismo que con todas las adaptaciones exigibles debe mantener una acusada sensibilidad social, un fuerte sentido idealista, una profunda dimensión internacionalista y una política de disenso frente a las fuerzas conservadoras.

Un sindicato, una UGT, un socialismo que, no sólo defienda la igualdad de género, con ser ésta importantísima; no sólo la igualdad de todos los ciudadanos y ciudadanas, trabajadores y trabajadoras, vivan en Euskadi, Cataluña, Asturias, Andalucía, Castilla la Mancha, Madrid; sino la igualdad entre las clases sociales, una igualdad como norma moral a la que toda sociedad justa debe tender, precisamente para remediar la desigualdad social engendrada por el sistema capitalista que la transforma en una estructura de dominación.

De verdad creo que si el socialismo renuncia a ella, a la igualdad, deja de ser socialismo.

José Prat, entrañable compañero, ya fallecido, que fue Presidente de la Fundación Largo Caballero decía: “La historia no es un libro que se cierra, lo continuarán las generaciones, pero lo harán con más claridad y rectitud si leen las páginas del pasado”.

Creo que es una aportación lúcida (sobre todo para los jóvenes), aportación para no hacer bueno el aserto de que quien no recuerda la historia está condenado a repetirla.

En este sentido, cuando celebramos, el 30º aniversario de la Huelga del 14- D, así como el 130 aniversario de la constitución de la UGT, es bueno recordar nuestra historia como el mejor homenaje que podemos hacer a nuestros fundadores, a nuestros mayores y a los miles y miles de militantes anónimos que han luchado y luchan desinteresadamente por la causa obrera y por las ideas socialistas”.

Nicolás Redondo
Acto 14-D
Avda. de América, 25 – Madrid
(14 de diciembre de 2018)

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