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Elecciones en Estados Unidos: Derrota del unilateralismo y la xenofobia

La derrota del nacional populismo en EE. UU abre una nueva etapa que debe estar marcada por el  multilateralismo, el desarrollo sostenible y la cooperación internacional. 

Este martes 3 de noviembre, se celebraron elecciones presidenciales en Estados Unidos, dando como resultado la derrota de Donald Trump y del nacional populismo que ha representado desde 2016. Concretamente, el candidato republicano ha obtenido un 47,7% de los votos frente a un 50,6% del aspirante demócrata, que  también ha conseguido el apoyo de la mayoría de los votos electorales que estaban en juego, y que será elegido nuevo presidente de país con una participación récord, la más alta en la historia de Estados Unidos desde 1900.
 
Espero que la victoria de Joe Biden, del Partido Demócrata, suponga el triunfo del multilateralismo, y que las relaciones internacionales, a partir de ahora, tengan como objetivo preferente la resolución pacífica de conflictos. Efectivamente, la preservación de la paz y la seguridad en el mundo deben guiar la presidencia del nuevo inquilino de la Casa Blanca.  Además, es imperativo que se abra una etapa donde reine la cooperación internacional y el desarrollo sostenible bajo el auspicio de la  Organización de Naciones Unidas (ONU), la solidaridad entre las naciones y la ayuda mutua entre los estados. La victoria de Biden supone un respiro para el planeta. Las políticas climáticas negacionistas de Trump constituyen uno de los elementos más nocivos de su mandato.
 
Pero también es la victoria de Kamala Harris, una abogada y política progresista, afroamericana y surasiática (su madre es india y su padre jamaicano) que será la primera mujer vicepresidenta de Estados Unidos, y que se ha caracterizado por políticas centradas especialmente en grupos históricamente marginados como las mujeres, las personas de minorías étnicas y los estadounidenses de bajos ingresos. Uno de los desafíos de la nueva administración norteamericana será la mejora de la situación social de un país cada vez más desigual, en donde más de ocho millones de ciudadanos han caído, desde mayo, por debajo del umbral de pobreza. Del mismo modo, Biden y Harris deben cumplir su promesa de fortalecer el sistema sanitario y el Obamacare, reimplantando los artículos del mismo derogados por Trump durante su mandato.
 
Por último, y no menos importante, habrán que poner fin a las normativas excluyentes contra los migrantes, cargadas de xenofobia, de la administración saliente. La potenciación de las políticas migratorias inclusivas y las ayudas directas a los países en vías de desarrollo debe ser una de las cartas de presentación del nuevo gobierno.
 
Con todo, no podemos olvidar que esta ha sido una victoria ajustada, que Trump ha tenido el apoyo de 69 millones de fieles votantes y que se debe gobernar pensando, también, en esa clase obrera americana desencantada con el establishment a la que el magnate ha seducido estos últimos cuatro años. A los populismos, se los derrota con datos y dialéctica, no con confrontación ni faltas de respeto. Con ello, Estados Unidos tiene ahora una oportunidad de crear un proyecto constructivo que deje atrás el belicista pasado -y presente- del país.

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