Dolor, indignación y vergüenza son los principales sentimientos que me invaden esta última semana como consecuencia de los funestos acontecimientos ocurridos en Europa y por Europa.
Indignación y dolor como consecuencia del terrible atentado terrorista que ha golpeado a Bélgica y a los europeos. Un crimen que merece nuestra rotunda condena, nuestra solidaridad con los familiares y amigos de las víctimas y con el pueblo belga, y nuestro profundo pesar, a la vez que nuestro compromiso en contra del terrorismo y de los actos violentos, acciones que no tienen cabida en ninguna sociedad democrática. Una repulsa que quiero extender a los recientes atentados acontecidos en Pakistán e Irak y aprovecho para transmitir nuestra solidaridad y pesar con las víctimas y los pueblos pakistaní e Irakí. Pero también siento indignación y vergüenza porque este hecho pone en evidencia las carencias de la Unión Europea, su deficiencias en coordinación y en política común en áreas como la seguridad y ladefensa, mientras actúa con mano férrea en materia económica.
Indignación porque este atentado servirá para que muchos justifiquen el tratado UE-Turquía relativo a los refugiados, vergüenza porque muchos utilizarán este crimen para atacar a estos refugiados procedentes de Siria, Eritrea, Irak… olvidando que los autores de los atentados eran y son belgas, eran y son europeos. Y dolor al ver el temor en los rostros de los refugiados a través de las imágenes de las televisiones, sabedores de que estos actos violentos añadirán aún más dificultades a su problemática situación. Las imágenes de refugiados que se habían pintado en el cuerpo “perdón Bruselas”, es el exponente de ese temor, que me produce dolor, indignación y vergüenza.
Indignación porque los atentados de Bruselas han solapado la problemática de los refugiados y las consecuencias de tratado UE-Turquía sobre migraciones, pero sobre todo siento dolor, indignación y vergüenza por el propio tratado en sí, que no es más que un intento de engañar a la ciudadanía europea y española, que de manera abrumadoramente mayoritaria habían expresado su oposición al mismo. Ahora nos presentan el nuevo tratado como una fórmula edulcorada del anterior borrador, pero sigue tratando a los refugiados como moneda de cambio, ya que las modificaciones introducidas en el acuerdo son puramente formales y no afectan al objetivo inicial: la devolución a Turquía de migrantes y solicitantes de asilo que ya se encuentran en territorio europeo.
La Declaración adoptada en el Congreso de Diputados, exigía al Gobierno español que defendiera una postura acorde con el respeto de los derechos humanos y las obligaciones establecidas por la normativa internacional. El Ejecutivo en funciones ha eludido sus responsabilidades y debe dar cuenta a la sociedad española de lo acordado en el Consejo de la Unión Europea a través de su comparecencia en el Congreso de los Diputados.
La UE tiene que respetar la legalidad internacional y el derecho fundamental de asilo, que está garantizado por convenios internacionales y ni es interpretable, ni puede ser utilizado en las relaciones internacionales para conseguir otros propósitos.