Durante esta última semana, hemos asistido esperanzados a diferentes noticias acerca de la efectividad de las nuevas vacunas frente al COVID-19. Con ya mayor fiabilidad, parece que los avances médicos frente a la pandemia tienen un plazo cierto de implantación y que la vuelta a una verdadera normalidad ya no es mero deseo de una sociedad atenazada por el miedo, sino una realidad cercana en el tiempo.

Me preocupa, no obstante, que todas las lecciones que nos ha enseñado la pandemia caigan en saco roto. Las deficiencias de nuestro modelo sanitario, degradado por la falta de recursos humanos y materiales. El deterioro del sistema asistencial de nuestros mayores. Las claras carencias de un modelo productivo que ha caído en picado, mostrando unas debilidades y dependencias insólitas. La importancia de nuestros Servicios Públicos y de las personas que sirven en todos sus ámbitos. Estas y muchas más son lecciones que no debemos olvidar.

La pandemia nos muestra nuestra realidad de una forma descarnada. Las vacunas no pueden servir para taparla, regresando al status quo anterior a ella. El lunes 16 de noviembre nos reunimos con el Presidente de Gobierno para mostrarle nuestra posición respecto al futuro de este país, iniciando el Diálogo Social para discutir las medidas necesarias para la construcción de un nuevo modelo como se pactó el 3 de julio de este año, y que tanto tiempo se ha postergado.

La experiencia de la pandemia debe servirnos para fortalecernos como una sociedad más justa y solidaria que no deje a nadie atrás. En este sentido, son muy claras las palabras del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, que ha subrayado, este martes 10 de noviembre, que “la vacuna de la COVID-19 debe ser un bien público disponible para todos lo antes posible”.